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En este momento de dolor para
la grey católica, debido al fallecimiento del Papa Francisco, queremos resaltar
que quienes somos cristianos como también aquellos que profesan otras religiones, reconocemos en el Papa Francisco su liderazgo, su amor por los pobres
y los enfermos y su reconocimiento permanente por quienes trabajamos en la
salud para la prosperidad de todos los seres humanos sin distinción de raza,
credo o condición social.
En virtud de ello, compartimos
las palabras del Sumo Pontífice reflexionando sobre la salud y los enfermos en
ocasión de la "XXX Jornada Mundial del Enfermo":
"La invitación de Jesús a ser
misericordiosos como el Padre adquiere un significado particular para los
agentes sanitarios
-expresa el Papa-. Pienso en los médicos,
los enfermeros, los técnicos de laboratorio, en el personal encargado de
asistir y cuidar a los enfermos, así como en los numerosos voluntarios que
donan un tiempo precioso a quienes sufren. Queridos agentes sanitarios, su
servicio al lado de los enfermos, realizado con amor y competencia, trasciende
los límites de la profesión para convertirse en una misión. Sus manos, que
tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos
misericordiosas del Padre. Sean conscientes de la gran dignidad de su
profesión, como también de la responsabilidad que esta conlleva". El
Pontífice destaca los progresos que se han dado en materia de salud "Bendigamos al
Señor por los progresos que la ciencia médica ha realizado, sobre todo en estos
últimos tiempos. Las nuevas tecnologías han permitido desarrollar tratamientos
que son muy beneficiosos para las personas enfermas; la investigación sigue
aportando su valiosa contribución para erradicar enfermedades antiguas y
nuevas; la medicina de rehabilitación ha desarrollado significativamente sus
conocimientos y competencias".
Lanza
una advertencia y pide que se tratara siempre al paciente como una persona con
su propia dignidad. "Todo esto, sin
embargo, no debe hacernos olvidar la singularidad de cada persona enferma, con
su dignidad y sus fragilidades. El enfermo es siempre más importante que su
enfermedad y por eso cada enfoque terapéutico no puede prescindir de escuchar
al paciente, de su historia, de sus angustias y de sus miedos. Incluso cuando
no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar,
siempre es posible hacer sentir una cercanía que muestra interés por la persona
antes que por su patología".
El
Santo Padre reafirma la importancia de las instituciones sanitarias y su
compromiso con el cuidado y el tratamiento de las personas. "La Jornada Mundial del Enfermo también es una ocasión propicia para
centrar nuestra atención en los centros de asistencia sanitaria. A lo largo de
los siglos, la misericordia hacia los enfermos ha llevado a la comunidad
cristiana a abrir innumerables "posadas del buen samaritano", para acoger y
curar a enfermos de todo tipo, sobre todo a aquellos que no encontraban
respuesta a sus necesidades sanitarias, debido a la pobreza o a la exclusión
social, o por las dificultades a la hora de tratar ciertas patologías. En estas
situaciones son sobre todo los niños, los ancianos y las personas más frágiles
quienes sufren las peores consecuencias. Muchos misioneros, misericordiosos
como el Padre, acompañaron el anuncio del Evangelio con la construcción de
hospitales, dispensarios y centros de salud. Son obras valiosas mediante las
cuales la caridad cristiana ha tomado forma y el amor de Cristo, testimoniado
por sus discípulos, se ha vuelto más creíble. Pienso sobre todo en los
habitantes de las zonas más pobres del planeta, donde a veces hay que recorrer
largas distancias para encontrar centros de asistencia sanitaria que, a pesar
de contar con recursos limitados, ofrecen todo lo que tienen a su disposición.
Aún queda un largo camino por recorrer y en algunos países recibir un
tratamiento adecuado sigue siendo un lujo. Lo demuestra, por ejemplo, la falta
de disponibilidad de vacunas contra el virus del Covid-19 en los países más
pobres; pero aún más la falta de tratamientos para patologías que requieren medicamentos
mucho más sencillos". Y continúa, "En
una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a la vida no
siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas estructuras,
como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la protección y el
cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su concepción hasta su
término natural".
Finalmente,
concluye recordando el servicio indispensable de la pastoral de la salud,
especialmente en la asistencia espiritual a los enfermos, y el compromiso que
cada uno de nosotros debe tener al hacerse cercano a los que sufren. Porque "el ministerio de la consolación es
responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de Jesús: «Estuve
enfermo y me visitaron» ( Mt 25,36)".